Kurt Manchild es un inventor y escritor nacido en Jackson, Missouri, en 1952, que desde muy pequeño se dio cuenta de una extraña habilidad: veía inventos geniales en sus sueños. Paso largo tiempo hasta contactar con la National Sleep Science Association (N.S.S.A.) y le explicaran que es habitual, en muchas personas, que las ideas geniales aparezcan cuando menos pensamos en ellas.
Parece como si al distraer la atención del asunto y conseguir cierta relajación intelectual, el aparato psíquico pudiera conectarse con otras áreas mentales más eficaces que la que dedicamos al pensamiento ordinario. Tirando del hilo, Kurt descubrió que grandes hombres de nuestra ciencia también tenían la maravillosa facultad de conceder a los sueños la atención debida para, despiertos, llevar la teoría onírica a la práctica.
Por ejemplo, en un sueño el químico alemán Auguste Koukule vio unas serpientes mordiéndose la cola, lo que orientó sus investigaciones hacia descubrir la estructura en anillo de la molécula de benceno; Meendelev encontró inspiración en un sueño para construir su famosa tabla periódica de los elementos; al despertar pasó a papel la estructura en filas y columnas que había visto en su sueño. Incluso se dice que Albert Einstein formuló su Teoría de la Relatividad tras soñar que viajaba por el espacio cabalgando sobre un rayo.
Tras estudiar estas visiones clásicas, Kurt Manchild plasmó en su libro “Silent Brainstorm: Ten Dreams That Every Designer Should Have at Least Once a Week” una guía que describe la manera de engañar al cerebro en ciertos sueños para sacar la esencia de la idea.
En él hablaba de un “Dream Garage Sale”, un garaje donde uno va a ver nuevos productos para luego despertar y dibujarlos. También escribió mucho acerca sobre sus “Museum Dreams” donde se entra en sueños en un “museo del diseño” lleno de cosas sorprendentes que de nuevo, saldrán a la superficie al despertar.
Su libro fue un best seller en la mayoría de Europa a finales de los 70.
Con la llegada de los 80, Manchild, como empujado por su apellido, se centró en la industria de los juguetes y los videojuegos, en un intento de trasladar las posibilidades de su método creativo a las nuevas hornadas de pre-genios.
En 1988 Lanzó una serie de juguetes llamados “Guardianes REM”, unos muñequitos de acción que venían con un parche destinado a ser cosido en la almohada del niño. De esta manera, y con el parche en forma de mapa, los guardianes podían ser capaces de ayudar a los niños en sus sueños y protegerles contra las pesadillas.
En 1989, lanzó un juego para la consola NES también llamado “REM Constables”, que incorporaba un controlador-almohada extremadamente raro, quizá uno de los primeros periféricos bizarros de la historia.
La idea consistía en que el usuario metiera el cartucho, encendiera la consola y se acostara a dormir; luego, al despertarse por la mañana, podría ver lo que había sucedido en el juego. La almohada, se suponía, debía supervisar las ondas alfa para dirigir los movimientos del juego.
Si los juguetes-centinelas fueron un fracaso comercial, entonces el videojuego fue un auténtico desastre. Según los que lo probaron en su día, nueve de cada diez veces no ocurría nada en la pantalla a la mañana siguiente, apareciendo solamente la cara pixelada de Kurt Manchild diciendo “Good Morning Tobias”, sin rastro alguno de cualquier evolución en el juego y, mucho menos, de la fórmula de la Coca-Cola.
Ambos fracasos comerciales hicieron que en 1989 Kurt Manchild se auto-condenara al ostracismo, negándose a sacar ningún otro producto en vida y trasladándose a residir al norte de la fría Finlandia, donde actualmente vive de los derechos de autor de su primer y último libro, al que paradójicamente llamó “Silenciosa Lluvia de ideas”.
Fuente: Matt Brown, de su serie Design Fancy, una serie de historias ficticias acerca de diseñadores que hacen cosas de ficción. Los objetos también son creados por Matt especialmente para ilustrar las historias.
Design Fancy Recetas faciles y rápidas
Si te gustó Kurt Manchild, también lo hará Carlo Heckman, el inventor del “método Heckman” para colocar eficientemente las velas sobre la tarta de cumpleaños.
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