Día Internacional para la Eliminación Total de las Armas Nucleares, 25 de Septiembre de 2025

Amigos, compañeros, hoy alzamos la voz con un propósito común y una esperanza urgente. Celebramos, o más bien, conmemoramos, el Día Internacional para la Eliminación Total de las Armas Nucleares. No es una celebración de un logro, sino un recordatorio solemne de una tarea pendiente, una de las más cruciales para el futuro de nuestra especie.Imaginemos por un momento el poder que representan estas armas. No como un concepto abstracto, sino como la energía contenida en un solo artefacto. Una energía capaz de reducir una ciudad entera a escombros en un instante, de borrar siglos de cultura, de memoria, de vida. De convertir lo vibrante en silencio. Ahora, multipliquemos eso por las miles de armas que aún existen en el mundo. Es un poder que desafía la comprensión, un poder que no debería residir en manos humanas.Las armas nucleares son la negación de todo lo que valoramos. Son la antítesis de la diplomacia, del diálogo, de la razón. Su sola existencia genera desconfianza, alimenta carreras armamentistas y mantiene al mundo bajo la sombra de una espada de Damocles que pende de un hilo cada vez más fino. Vivimos en una paz prestada, una paz basada en la amenaza de la aniquilación mutua. ¿Podemos llamar a eso paz verdadera?Hoy recordamos a las víctimas de Hiroshima y Nagasaki. Recordamos el horror indescriptible que vivieron aquellas personas. El relato de los supervivientes, los hibakusha, no es solo una lección de historia; es una advertencia profética. Su sufrimiento es un testimonio vivo de por qué estas armas nunca deben ser utilizadas de nuevo. Honrar su memoria significa trabajar incansablemente para asegurar que nadie más tenga que pasar por tal atrocidad.Pero el peligro no es solo el de una guerra deliberada. Es también el riesgo de un accidente, de un error de cálculo, de una cadena de eventos imprevistos que podría desencadenar lo impensable. En un mundo interconectado y tecnológicamente complejo, la posibilidad, por remota que parezca, está siempre presente. La eliminación total es la única garantía absoluta.Sin embargo, este día no está dedicado solo al miedo. Está dedicado, sobre todo, a la esperanza y a la acción. Es un día para reconocer los esfuerzos de tantos países, organizaciones y ciudadanos que abogan por el desarme. Es un día para celebrar tratados como el de No Proliferación Nuclear y, más recientemente, el Tratado sobre la Prohibición de las Armas Nucleares, que representan la voluntad de una gran parte de la humanidad de avanzar hacia un futuro más seguro.La eliminación de las armas nucleares no es un sueño ingenuo. Es una necesidad práctica y moral. Los recursos inmensos que se destinan a mantener y modernizar estos arsenales podrían dedicarse a curar enfermedades, a alimentar a los hambrientos, a educar a los niños, a proteger nuestro planeta. Es una elección clara entre invertir en muerte o invertir en vida.El camino hacia la eliminación total es sin duda difícil. Requiere voluntad política, requiere diálogo constante, requiere construir puentes de confianza donde hoy hay muros de recelo. Pero es un camino que debemos transitar. Nos lo exige nuestra humanidad común. Nos lo exige el futuro.Por eso, hoy elevamos nuestra voz. Una voz que clama por la razón, por la responsabilidad, por la compasión. Una voz que se une a un coro global cada vez más numeroso. Unámonos desde donde estemos, con nuestra conciencia y nuestra determinación, para pedir a los líderes del mundo que tomen las decisiones valientes necesarias. Trabajemos juntos para liberar a las generaciones futuras de la amenaza nuclear. Construyamos un mundo donde la seguridad no se mida en megatones, sino en justicia, en cooperación y en paz duradera.Que este día nos encuentre no solo reflexionando, sino actuando. Porque el silencio de las armas nucleares debe ser el sonido de nuestro futuro. Un futuro que empieza hoy, con nuestra firme decisión de lograr su eliminación total.