Hubo un tiempo en el que instalarse en un pueblos abandonados no estaba de moda. No existían las ofertas, ahora tan populares, que incitan a los urbanitas que no encuentran trabajo en la ciudad a hacer las maletas y regresar al mundo rural, donde tendrían una vivienda asequible y un trabajo remunerado. Eso antes no se estilaba. Es más, si un grupo de familias llegaba a un pueblo abandonado para restaurarlo y convertirlo nuevamente en un lugar donde vivir, las autoridades e incluso los vecinos de las aldeas cercanas ponían todos los impedimentos habidos y por haber.
las ofertas, ahora tan populares
Esto mismo es lo que ocurrió en el pequeño poblado de Sasé, en el valle oscense de La Solana. Tras más de 50 años sin que nadie habitase el que fuera uno de los principales pueblos de la comarca, un grupo de okupas se plantó allí para intentar devolver la vida a la aldea. Era enero de 1996 y gente procedente de otro pueblo ocupado del Bierzo, de Primout, se presentó allí y decidió que aquel sería el lugar en el que residirían.
Desde técnicos agricolas, hasta artesanos y maestros, todos estaban unidos en el colectivo Colores. Después de ser expulsados con violencia de Primout por los propios lugareños de la zona, recalaron en Sasé con el firme propósito de restaurar la aldea. Según cuentan, nada más llegar se pusieron en contacto con la Diputación General de Aragón para presentar un plan de rehabilitación y así formalizar sus intenciones.
ser expulsados con violencia de Primout por los propios lugareños
En primera instancia no obtuvieron una respuesta positiva, como sí había ocurrido con los pueblos okupados por la asociación Artiborain (Artosilla, Ibort y Aineto). La DGA les propuso a los okupas desalojar la aldea y marcharse a otra cercana mientras negociaban y les remitían (o no) los permisos necesarios. Pero las autoridades aragonesas no cumplieron su palabra. Aunque los okupas se trasladaron a Artosilla, tras dos meses sin avance alguno, los miembros del colectivo Colores decidieron volver a Sasé.
Pero las autoridades aragonesas no cumplieron su palabra
En un tiempo récord (apenas dos años), lograron reconstruir dos casas, la herrería, siete establos y el molino abandonado de la aldea. Con un modo de vida basado en la agricultura ecológica, establecieron pequeños huertos que lograron dar frutos para todo el pueblo. También avanzaron en cuanto a la forma de organización política, a través de la autogestión, con asambleas en las que debatían las cuestiones que concernían a todos los habitantes de ese nuevo Sasé. Y, por si todo ello fuera poco, los más pequeños del lugar iban a la escuela donde una maestra titulada impartía las clases.
Según las versiones de quienes han relatado la historia de la okupación de esta aldea despoblada de Huesca, los nuevos moradores de Sasé no tuvieron en ningún momento enfrentamientos con alguien, ni causaron problemas a los vecinos de las aldeas cercanas. No hicieron ningún ruido. Pero en julio de 1997, las autoridades decretaron que debían abandonar el poblado y consiguieron una orden de desalojo.
En el primer intento, cuando Sasé ya contaba con hasta diez pequeñas viviendas resturadas, el medio centenar de agentes que intentaron echar a los okupas de la aldea tuvieron que darse la vuelta llegada la noche. Tan solo pudieron vaciar dos casas y detener a cinco personas.
Cuando se supo que el desalojo era inminente los apoyos al colectivo Colores se multiplicaron. Tal fue la avalancha de gente que se desplazó hasta la aldea (había un centenar de inquilinos en el momento de primer intento de desalojo), que no había herramientas para todos ellos. Esto, unido a la recogida de firmas de otros poblados okupados de la geografía española, logró que las autoridades no se salieran con la suya. Pero solo a la primera…
no había herramientas para todos ellos
Al día siguiente, el 24 de octubre de 1997, los efectivos policiales se multiplicaron. Hasta 20 coches de la Policía se desplazaron hasta Sasé para echar a los habitantes de la aldea por las buenas o por las malas. Hubo 32 detenciones, varias personas resultaron heridas y se produjeron cuantiosos daños tanto en las viviendas como en los huertos. Durante los días siguientes al desalojo, los operarios de la Diputación General de Aragón tapiaron las casas y se llevaron las pertenecias de quienes allí habitaban.
Tan solo uno de los detenidos fue condenado, por lanzar una piedra a un agente de la Guardia Civil. Los demás detenidos fueron absueltos. Lo que sí consiguieron las autoridades con el desalojo fue que se fragmentase el colectivo Colores. El juicio se convirtió en un alegato a favor de la okupación rural y fueron muchas las protestas que protagonizaron quienes rehabilitaron Sasé. Desde acampadas en Zaragoza, hasta huelgas de hambre, manifestaciones y una protesta en Huesca, mientras se juzgaba a los detenidos. Noticias raras y curiosas
uno de los detenidos fue condenado
La administración aragonesa les ofreció Solanilla, otra aldea cercana, que solamente tenía una casa habitable. Algunos miembros del grupo se marcharon allí, otros comenzaron un periplo por distintos poblados y, los más osados, decidieron regresar a Sasé en la primavera de 1999. Y, aún a día de hoy, hay quien sigue allí. Como ocurre en hasta 15 poblados del valle de La Solana y en otros puntos de la geografía española, los okupas resisten.
en hasta 15 poblados del valle de La Solana
otros puntos de la geografía española
Con información de nodo50.org, El Cado de Chorche, Squat.net, El Periódico de Aragón y RTVE.es. Las imágenes de este articulo son de El Cado de Chorche y VerPueblos.com.
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2024-12-20
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