A 12.000 metros de altura, una lata de sardinas vuela con cientos de pasajeros en su interior. Más allá de la falta de comodidad y de la supuesta sensación de ‘glamour’ que pudieran darle al trayecto los asistentes de vuelo, en el interior de un avión los gérmenes también viajan a sus anchas. Por suerte, el invento de un adolescente podría acabar con estos indeseados polizones.
A sus 17 años, el canadiense Raymond Wang ha analizado cómo viajan los gérmenes en el interior de la cabina de un avión y, sobre todo, ha trabajado en la creación de un dispositivo que frene tamaño riesgo para la salud no ya de los pasajeros, sino de toda la humanidad.
Por medio de simulaciones por ordenador, Wang recreó el movimiento de los gérmenes en los aviones, un movimiento que, según el joven emprendedor, se realiza a gran velocidad. En una reciente charla de TED, Wang explicaba que el propio sistema de ventilación de los aviones aceleraba la propagación de estos microorganismos patógenos: al bombearse aire a la cabina, los gérmenes se transmiten entre los pasajeros más rápido de lo normal.
El propio Wang explica que su interés por cómo viajan los microorganismos despertó en 2015, cuando el ébola se extendía por todo el mundo sin que nadie pudiera hacer algo por evitarlo. Con su investigación, el canadiense analizó casos como el de un vuelo en el que viajaba un hombre que padecía gripe aviar y que, al aterrizar el avión, había contagiado ya a otros 17 pasajeros.
De hecho, el principal objetivo de Wang es minimizar la propagación de ciertas enfermedades que se transmiten por vía aérea, como la archiconocida gripe aviar. Tras poner en alerta a medio mundo, enfermedades como esa podrían ver cómo un simple invento del canadiense les corta las alas: la clave estaría en un pequeño ventilador que sirviese para hacer recircular el aire de la cabina en lugar de bombear una y otra vez aire viciado en el interior de la aeronave como hasta ahora.
“Actualmente, el sistema funciona con aire procedente de la parte superior y del lateral de la cabina”, explicaba Wang en su charla. “Este aire pasa por filtros eficientes que eliminan en un 99,97 % los patógenos. Sin embargo, si alguien estornuda, el aire puede circular varias veces antes de siquiera pasar por el filtro”, contaba.
Tras realizar una y otra vez simulaciones de la circulación del aire en el interior de la cabina, Wang dio con ese sistema que, según él, puede “reducir la transmisión de patógenos unas 55 veces e incrementar la inhalación de aire fresco un 190 %”.
En lugar de ese sistema de filtrado de aire que da la oportunidad a los gérmenes de recorrer la cabina varias veces antes de ser eliminados, Wang propone uno prácticamente individual que haga circular el aire en el interior del avión creando lo que él denomina “zonas personalizadas de respiración”.
Así, con un dispositivo instalado para cada pasajero, se crearía una columna de aire con la que los gérmenes serían dirigidos directamente hacia el sistema de filtrado. Cuando un pasajero estornudase, sus gérmenes ya no irían primero hacia los laterales (alcanzando así a los compañeros de viaje), sino directamente hacia el filtro.
Más allá de la ventaja higiénica obvia e incluso las consecuencias derivadas en lo que a salud se refiere, Wang ya ha visto las ventajas económicas que el sistema que ha desarrollado podría tener para todo el planeta. “Un brote importante podría suponerle al mundo más de 3.000 millones de dólares (más de 2.000 millones de euros)”, explicaba el joven inventor. De esta forma, el sistema del canadiense ahorraría al mundo millones y millones en curas de enfermedades que no viajarían tan alegremente por los aires de aeropuerto en aeropuerto.Te recomendamos Dioses del mundo - Dioses griegos, romanos, aztecas...
Además, Wang explica que el sistema es realmente fácil de instalar y no requiere de grandes gastos: el ventilador que crearía la columna de aire personalizada “solo requiere de algunos tornillos y listo”. Por poco dinero y de un día para otro, una aeronave podría estar a salvo de los gérmenes más peligrosos que se cuelan con cada pasajero enfermo (aunque sea con un simple catarro).
Una vez que el canadiense consiga la patente de su sistema, solo cabe esperar que los aviones comiencen a instalar lo antes posible este cacharro que haría del mundo aéreo un lugar un poco menos peligroso. Eso sí, mejor no preguntarse qué tipo de porquerías viajan en autobuses y vagones de metro. Ahí, los gérmenes tampoco pagan el billete y campan a sus anchas.
Con información de TED e Independent. Imágenes de Wikimedia Commons, David Spinks y Pixabay.
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2025-01-07

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