Un circo a la antigua usanza 'freak': la ciudad de los prodigios y las bestias

 

 

 

En un pequeño pueblo de Florida, en el condado de Hillsborough, cerca de la ciudad de Tampa, unos 8.000 residentes luchan por preservar su legado. Se trata de Gibsoton, un municipio que en su día alojó a los protagonistas de las barracas de feria; aquellas personas que, por sus rarezas, se convirtieron en una atracción más de los circos ambulantes.

Priscila, la Chica Mono; el Hombre Lagarto; la familia Langosta o Dotty, la Dama Gorda fueron algunos de los personajes que eligieron Gibsoton como lugar de descanso, un refugio en que pasar el invierno tras haber cruzado los Estados Unidos de pueblo en pueblo. Así, mujeres barbudas, hombres que tragaban espadas, enanos, siameses o personas con los pies en la cintura se reunían en esta peculiar ciudad con espíritu circense.

 

La historia de este escondite secreto alejado de fisgones comenzó en 1949, cuando Al Tomaini, más conocido por medir dos metros y medio, y su mujer Jeanie, famosa por sus 76 centímetros de altura, descubrieron la localidad y decidieron abrir un restaurante. Les gustó tanto el sitio que corrieron la voz para que los artistas de las barracas establecieran en Gibsoton su residencia.

La historia de este escondite secreto alejado de fisgones comenzó en 1949

Pronto, el pueblo fue acogiendo a los nuevos residentes entre los que se encontraban, además de insólitos personajes como Tomaini y su esposa, comerciantes relacionados con el mundo del circo, feriantes y reparadores de atracciones. Finalmente, tanta afluencia de los profesionales del circo y las ferias acabó con la tranquilidad: con la llegada de gente como Ward Hall se terminó la paz. Hall era el dueño de una de las barracas de Gibsoton, y al llegar a la localidad en 1967, encontró en aquellas personas una familia, pero también una forma de hacer negocio.

“Por supuesto que los explotaba. Cuanto más los explotaba, más dinero hacía”, admitió Hall. De acuerdo con este peculiar ‘showman’, los artistas no encontraban en sus malformaciones y discapacidades limitaciones para llevar su vida con normalidad. “Esta gente no tenía ‘handicaps’. Al menos en su mente no existían. Si hoy viéramos a Louise Capps Hill, la chica sin brazos, diríamos ‘oh, dios mío’, pero no había nada que la chica no pudiera hacer”.

admitió Hall.

Todos los habitantes de Gibsoton formaron una piña. Contaban con un código ‘carnie’ – procedente de la palabra “carnival”, feria o circo en inglés -, que se traducía en un apoyo incondicional de los unos a los otros. Además, el ‘carnie’ también era el idioma que empleaban para que los extraños no pudieran entenderlos. Tal era su afán por no ser molestados en su refugio de invierno que estos personajes llegaron a difundir el rumor de que robaban niños para mantener alejados a los vecinos de los pueblos de alrededor.

 

Además del buen clima y la acogedora bienvenida, a toda aquella persona con capacidades asombrosas Gibsoton también daba facilidades para que se instalaran sin problemas. Así, gracias al auge del comercio en la zona, los legisladores del condado de Hillsborough aprobaron como recompensa la Zona de Negocio Residencial, un área protegida por ley que les permitía mantener a elefantes, osos, tigres y barracas en el jardín de sus hogares.

la Zona de Negocio Residencial

La mayor parte de los habitantes de Gibsoton, que llegó a ser conocida como la Ciudad del Show en Estados Unidos (‘Showton USA’), habían llegado desde Europa tras huir de los nazis durante la Segunda Guerra Mundial. A pesar de que las barracas de feria comenzaran en el Viejo Continente, fue en Estados Unidos donde se desarrolló este tipo de entretenimiento.

Sin embargo, a medida que pasaron los años, el negocio de las barracas fue decayendo. A partir de la segunda mitad del siglo XX, con el auge de los movimientos a favor de los derechos civiles, las exhibiciones de personas con discapacidades o malformaciones comenzaron a prohibirse en varios estados, y empezó a considerarse este tipo de espectáculo como una experiencia vejatoria.

Hoy en día, los turistas que se acercan al municipio visitan a las estrellas en el cementerio y ven cómo grandes empresas invaden los antiguos hogares de los artistas. Incluso las fábricas de carruseles que se crearon en la época de auge de Gibsoton han cerrado ya. “En veinte años, todo esto no estará”, predice Hall. Mazos del Hearthstone

Ahora, lo único que queda es la memoria de sus vecinos y la lucha por el recuerdo de lo que un día fue la Ciudad del Show. La reciente apertura del Museo de ‘Showmen’, en el que se muestran antiguas atracciones de feria y carteles de barracas y circos, pretende atraer a niños y adultos para que descubran la historia del lugar y no desaparezca, así, una parte del pasado de Estados Unidos.

Con información de The Guardian, Weird US, University of Florida, y Gibtown Showmen’s Club. Las imágenes de este artículo son propiedad, por orden de aparición, de Caterina Clerici (y 3 y 4) y Wikimedia Commons (y 5)

Con

The Guardian

Weird US

University of Florida

Gibtown Showmen’s Club

Wikimedia Commons

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Un circo a la antigua usanza
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