El eterno debate sobre cuál es la fuente tipográfica más famosa del mundo, Arial o Helvética, suele decantarse por la segunda, a pesar que ambas son bastante parecidas. La Helvética es descrita como el arroz blanco de los tipos de letra: cumple con facilidad, es barata y rápida. Y lo más importante, puede combinarse con todo tipo de salsas y guarniciones (otros tipos de letras con los que se empareja).
Desarrollada por Max Miedinger en 1957 para la fundición Haas’sche Schriftgießerei de Basilea, Suiza, en sus 53 años de historia la Helvética se ha convertido en una de las tipografías más exitosas y mejor utilizadas en el mercado de los logotipos (BMW, Nestle, Post-it, Microsoft…). Tal es así que incluso la NASA la ha utilizado para pintar muchas de las matrículas de sus naves espaciales.
Sin embargo, existe un cierto resquemor en el cuerpo de una Helvética; aunque haya viajado largo y tendido por el espacio, el honor de ser la primera letra que pisó la Luna le corresponde a otra archienemiga, la Futura.
Cuando millones de personas en la Tierra veían a través de la televisión como los tripulantes del Apollo 11 alunizaban, lo primero que toco la superficie fue una placa conmemorativa alojada en una de las patas del modulo lunar; una placa con un mensaje que se quedó para siempre, con la pata, en el Mar de la Tranquilidad y que fue grabado con tipografía Futura, junto con las firmas de los astronautas y del presidente Nixon (éstas a mano alzada).
Quizá para recuperar ese trono perdido de ser la primera letra que tocó la Luna, el diseñador gráfico Ben Terret calculó el número de helvéticas que habría que poner una sobre otra para alcanzar el satélite desde la Tierra, utilizando el concepto de punto tipográfico (pt) como unidad de media.
El punto tipográfico es la unidad de medida más pequeña utilizada en composición de publicaciones, a partir de la cual se dimensiona todo lo relacionado con el mundo tipográfico. La manera en que los tamaños de fuente son medidos por puntos fue definido originalmente por el Sistema Didot, que utilizamos en Europa, que se basaba en la longitud de uno de los pies del rey de Francia allá por 1760.
Así que quizá sea apropiado que, casi dos siglos y medio después, no midamos las distancias astronómicas en pies o metros, sino por su conversión en la popular Helvética. Para ello Ben Terret tomó la distancia a la Luna desde la Tierra, que es de 385.000.000.000 mm, y la multiplicó por el tamaño de una helvética unkerned normal de 100pt, que mide 136,23 mm. Las cuentas dictan que se necesitarían 2.826.206.643,42 helvéticas para llegar a la Luna desde nuestro planeta.
unkerned
Ahora pongamos que uno no tiene tinta para tantas helvéticas, así que lo mejor es estirar una “helvetica” a la misma distancia. ¿Qué tamaño de punto se necesitaría para lograr que la palabra, escrita en sí misma, alcanzara la Luna? La respuesta es de 282.600.000.000 pt. En ese tamaño de punto, la “h” mediría 71.760 kilómetros y sería aproximadamente 5,6 veces más alta que la Tierra.
Así se vería la unión Tierra-Luna mediante la eterna Helvética, donde el planeta de la izquierda es el nuestro y el punto de la derecha la amiga la Luna-lunera, que más que un satélite adquiere, con la conversión, la dimensión de un simple error de imprenta.
Actualización: no dejen de ver, si tienen la ocasión, “Helvetica”, un documental de Gary Hustwit que nos recomienda amablemente Luis. Les dejo el trailer. Fanfics en Español
Fuentes, nunca mejor dicho: Ben Terret y Jason Kottke
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2025-01-01
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