Maldita la hora en que en 2006 a unos terroristas les dio por intentar volar nueve aviones con explosivos líquidos escondidos en botes de tocador. Ha pasado ya casi un lustro de aquello, y los cubos de basura de los aeropuertos siguen llenándose con nuestras botellas de líquido de más de 100ml, con nuestros desodorantes o hasta con nuestro preciado champú anticaspa.
volar nueve aviones con explosivos líquidos
Todos los botes deben ir (en teoría) directamente a la basura por más que uno reclame que son un regalo, un capricho o una recuerdo de tu madre. ¿Es posible que en 5 años nadie haya desarrollado una tecnología que permita ver el interior de los recipientes de liquidos igual que se ve el interior de las maletas? ¿Es posible que en 5 años uno no pueda viajar con una botella de vino de regalo para los que le esperan en casa sin gastarse un dineral en el duty free?
Más vale tarde que nunca, ya que una tecnología desarrollada precisamente para probar el vino sin abrir la botella está siendo rediseñada para detectar la composición de liquidos en los aeropuertos, lo que permitiría llevar las latas de refrescos o tubos kig-size de pasta de dientes en los aviones en un futuro no muy lejano.
El Departamento de Seguridad Nacional de EEUU tiene un gran interés en el proyecto y ya lo está financiando para lanzarlo lo antes posible. Posiblemente dentro de un año, no más.
Pero todo empezó mucho antes de que los malos decidieran ponerse el perfume letal en los tacones. En 2002 Matt Augustine, un profesor de química en la Universidad de California, patentó un dispositivo para determinar si un vino se había estropeado sin necesidad de abrir la botella.
Funcionaba de manera similar a la resonancia magnética (IRM) que se usa en los hospitales, combinando un pulso de ondas de radio y un potente campo magnético para determinar la estructura química del vino. Pensó en un principio vendérselo a las casas de subastas, que se pirrarían por un método de análisis fiable para botellas muy antiguas. Pero pasó lo de 2006 y recibió inmediatamente una llamada.
Era su colega Joe Broz, un científico con experiencia que trabajaba para la Casa Blanca, para preguntar si su método de análisis podría ser usado para determinar si los pasajeros transportaban líquidos inflamables.
Augustine y Broz compraron unas botellas de vino, las vaciaron en sus gaznates y las llenaron de diversas sustancias, desde champú a la gasolina. Entonces las pusieron en el escáner de vino, bombardeando las botellas con las ondas de radio para determinar las sustancias químicas contenidas en cada botella.
Por supuesto no funcionó. Pero fue los suficiente para que el amigo Joe consiguiera una subvención de 800.000 $ para desarrollar el concepto. Sin embargo los expertos antiterroristas no quería algo que mirara a través de botellas de vino.”Querían ser capaces de mirar dentro de una lata de Coca Cola”, afirma Matt.
”Querían ser capaces de mirar dentro de una lata de Coca Cola”
El problema es que las ondas de radio de alta frecuencia son las que producen una imagen más precisa de la estructura molecular. Pero solamente las ondas de baja frecuencia de radio pueden penetrar el metal.
El reto para Matt y su colega de la Casa Blanca ha sido encontrar un término medio en las frecuencias de estas ondas de radio, para que el dispositivo no sólo pueda ver el interior de una lata de aluminio, sino también analizar con un alto grado de exactitud lo que hay dentro.
Su prototipo es básicamente un tubo transparente acorazado conectado a un ordenador y a un campo magnético, que funciona con un cilindro entre dos imanes que es donde se meten las botellas de agua o las latas de Red Bull. Uno segundos y la estructura molecular es analizada, enciendiendose la luz verde que permite pasar el bebestible o ungüento a bordo de la nave.
Los investigadores están trabajando a toda velocidad para tener un prototipo comercial listo para finales de 2011 y albergan la esperanza de producir en masa los escáneres y conseguir que estén instalados en todos los aeropuertos dentro de unos años. Si así resulta, aquí hay uno que brindará con una botella de vino por ellos. Blog sobre salud
Por supuesto, con un vino que no haya sido comprado en el duty free.
Fuente: Universidad de California Davis
Universidad de California Davis
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