Henry Dagg es un “escultor sónico” británico que seguro que el otro día se saltó la clase de Eduardos Arcos sobre la usabilidad de los reproductores de música. Henry acaba de presentar en sociedad, en su taller de Faversham, en Kent, el “Sharpsichord”, una mezcla de arpa con caja orquestal movida por tambor que le ha salido, digamos, un poco grande.
la usabilidad de los reproductores de música
Al igual que las cajas musicales, el “Sharpsichord” funciona por medio de unos remaches ubicados en un cilindro giratorio que hay que mover a mano. Pero al contrario que las cajitas, que ya vienen de serie con la sintonía, el tambor del “Scharpsichord” es programable gracias a los 11.520 agujeros de su cuerpo, que permiten meter clavijas a diestro y siniestro para componer nuevas melodías.
Por ahora sólo tiene una lista de reproducción de 2 canciones y en pasar de una otra se tarda la friolera de casi 24 horas, el tiempo necesario para reubicar los remaches y codificar el nuevo tema. Además, la canción no puede durar más de 60 segundos.
Henry Dagg podría haber concebido su “Sharpsichord” para que reprodujera temas más largos, pero en vez de un atelier hubiera necesitado una nave industrial. Y en vez de contar con la ayuda de un familiar a la manivela, con un ejército de umpa-lumpas que accionara el mecanismo con destreza.
atelier
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La música del instrumento es amplificada por dos enormes altavoces art-deco de acero inoxidable y para las voces se presta el autor con diligencia. También incorpora un panel solar que hará su función cuando Henry dote a su obra de un motor, el sustituto natural de la tracción a mano de esta versión beta.
El “Sharpsichord” fue un encargo de 30.000 € de la Big Lottery Fund para construir una escultura musical que representara la danza folklórica inglesa y debía colocarse en el jardín de la Song Society en Londres durante 2006. Con cuatro años de retraso, y tras ver Henry en que se ha convertido su escultura, se busca una nueva ubicación para la obra ya que no resistiría las inclemencias meteorológicas de los exteriores.
Se trata de un imperativo del autor, que antes que escultor fue ingeniero de sonido de la BBC y ve en el “Sharpsichord” su obra cumbre vital.
“Tengo un gran amigo que realmente entiende de estas cosas. Es muy buen ingeniero y un artesano de verdad. Así que un día vino a ver la obra, se acercó, la miró y dijo:” Esto es una sinfonía del dolor”. Entonces comprendí la cantidad de sangre, sudor y lágrimas que había vertido sobre ella”
“Tengo un gran amigo que realmente entiende de estas cosas. Es muy buen ingeniero y un artesano de verdad. Así que un día vino a ver la obra, se acercó, la miró y dijo:” Esto es una sinfonía del dolor”. Entonces comprendí la cantidad de sangre, sudor y lágrimas que había vertido sobre ella”
Vía BBC
Sharpsichord, la sinfonía del dolor
Henry Dagg es un “escultor sónico” británico que seguro que el otro día se saltó la clase de Eduardos Arcos sobre la usabilidad de los reproductores de
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2025-01-21


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