Seis horas para salvar a bobby

 

 

 

He llamado a mi hermano, he escrito a Eugenio Manuel, a Pablo y a Álvaro, he tratado de localizar a mis amigos científicos y nada. Llevo desde esta mañana buscando un matemático que me ayude a salvar a Bobby. Son las 5:40 p.m., acabo de comenzar a escribir y no se si llegaré a tiempo.

 

hermano

Eugenio Manuel

Pablo

Álvaro

Pero empiezo por el principio.

Cuando tenía veintiséis años no sabía inglés. Como lo oyes. No sabía ni pedir una coca-cola. Como dicen por ahí, no sabia decir “ni si con la cabeza”. Como la compañía que había montado ocho meses antes iba francamente mal y no me daba ni para comer, pensé que era un buen momento para empezar a estudiar y decidí irme a vivir a California. Allí intentando aprender el idioma y por esas extrañas vueltas que la vida te da (si te dejas), acabé enrolado en un barco de pesca. Bueno en uno no, la verdad es que trabaje en unos cuantos. Dormía en una la isla oscura y fría del canal (San Miguel), me dejé esta barba que llevo ahora para parecer un marinero decente, me pegué unos tatuajes de mentira y me volví naranja de tinte de erizo de mar. Como cuando llegaba a puerto me juntaba con los hondureños y los mexicanos, lo que aprendí mas que nada es un spanglish algo barriobajero. Pinches chingaderas, trocas, clochas, brecas, putazos y pisteos en la chamba . Cosas así, todo un “master life executive”. Aparentemente aquello no iba a ser una experiencia nada aprovechable en mis futuros negocios, pero como de todo se saca algo si estas atento, de esos meses arranqué dos o tres historias que luego han sido indispensables para mi vida.

San Miguel

erizo de mar

Pinches chingaderas, trocas, clochas, brecas, putazos y pisteos en la chamba

Mi trabajo en el “Alicia” consistía en ir y venir de las islas con la carga de los erizos que los buceadores habían conseguido capturar durante el día. Cuatro horas de ida, tres horas de carga, cuatro horas de vuelta y tres de descarga en el puerto de Santa Bárbara y así seis días a la semana. Mi capitán, era un tipo muy simpático, duro como una roca, grande como un armario y tatuado como un pirata. Había pasado un año en San Quintín por su segundo DUI (algo muy grave en Estados Unidos) y su primer destino tras su salida de la carcel, fue el mismo que el mío: el “Alicia”. Hablábamos de todo tipo de cosas durante las horas muertas de ida y de venida. En uno de esos viajes yo le confesé preocupado que no sabía que iba a ser de mi en el futuro, y él me contó esta historia a la que me he remitido muchas veces a lo largo de estos dieciséis últimos años.

 

tres horas de carga

Santa Bárbara

San Quintín

DUI

“-Pinche David. Me hablas del futuro, que si no sabes qué vas a hacer, que si estás en crisis, que no has hecho más que dar vueltas y vueltas sin sentido. Me dices que estás perdido, que tienes miedo, que no sabes hacia dónde ir… ¡vaya marinero!- se ríe en mi cara. Presta atención porque esto te puede interesar y a lo mejor hasta dejas de lloriquear. Hace unos años, cuando me saqué la licencia comercial, corría de boca en boca la historia de los hermanos Leandro y Bobby Nazareno que trabajaban pescando en Baja California. Un día de aquellos les sobrevino una tormenta descomunal y su barco se hundió en una zona indeterminada, a muchas millas de la costa. La cosa fue tan rápida que no les dio tiempo siquiera a coger un salvavidas, y los dos quedaron con sus trajes de goma y sus chubasqueros amarillos en medio de un mar muy grueso, y con muy poca visibilidad. Parece ser que Leandro y Bobby estuvieron hablando un buen rato sobre que sería lo mejor qué podían hacer en esas circunstancias pero no acababan de ponerse de acuerdo. Leandro pensaba que lo mejor era quedarse quieto. Aunque no habían conseguido comunicar con tierra ni el hundimiento de la embarcación ni su posición, Leandro pensaba que guardar energía y esperar a ver si la suerte traía un barco o alguien les encontraba era la mejor de las opciones, al fin y al cabo y en esas condiciones no había manera de orientarse hacia dónde estaba la costa o hacia donde no. Bobby por su parte era de otra opinión. Bobby pensaba que sus oportunidades eran mayores nadaran hacia donde nadaran, porque aunque no sabían dónde estaban, moverse ampliaría su visión y la posibilidad de que los encontraran, de encontrar ellos un barco o de avistar tierra sería mayor. Todo un dilema.Al final decidieron separarse. No era mala opción. Si alguna de las estrategias funcionaban tal vez uno pudiera encontrar ayuda e ir en busca del otro. Se abrazaron, se dieron un beso y llorando se separaron”. Pronunciacion de canciones

 

“-Pinche David. Me hablas del futuro, que si no sabes qué vas a hacer, que si estás en crisis, que no has hecho más que dar vueltas y vueltas sin sentido. Me dices que estás perdido, que tienes miedo, que no sabes hacia dónde ir… ¡vaya marinero!- se ríe en mi cara. Presta atención porque esto te puede interesar y a lo mejor hasta dejas de lloriquear.

Hace unos años, cuando me saqué la licencia comercial, corría de boca en boca la historia de los hermanos Leandro y Bobby Nazareno que trabajaban pescando en Baja California. Un día de aquellos les sobrevino una tormenta descomunal y su barco se hundió en una zona indeterminada, a muchas millas de la costa. La cosa fue tan rápida que no les dio tiempo siquiera a coger un salvavidas, y los dos quedaron con sus trajes de goma y sus chubasqueros amarillos en medio de un mar muy grueso, y con muy poca visibilidad. Parece ser que Leandro y Bobby estuvieron hablando un buen rato sobre que sería lo mejor qué podían hacer en esas circunstancias pero no acababan de ponerse de acuerdo. Leandro pensaba que lo mejor era quedarse quieto. Aunque no habían conseguido comunicar con tierra ni el hundimiento de la embarcación ni su posición, Leandro pensaba que guardar energía y esperar a ver si la suerte traía un barco o alguien les encontraba era la mejor de las opciones, al fin y al cabo y en esas condiciones no había manera de orientarse hacia dónde estaba la costa o hacia donde no. Bobby por su parte era de otra opinión. Bobby pensaba que sus oportunidades eran mayores nadaran hacia donde nadaran, porque aunque no sabían dónde estaban, moverse ampliaría su visión y la posibilidad de que los encontraran, de encontrar ellos un barco o de avistar tierra sería mayor. Todo un dilema.

Al final decidieron separarse. No era mala opción. Si alguna de las estrategias funcionaban tal vez uno pudiera encontrar ayuda e ir en busca del otro. Se abrazaron, se dieron un beso y llorando se separaron”.

¿Alguien ha oído decir que estamos en crisis? Llevamos tiempo así, ¿verdad? A veces las crisis son de un país entero o del mundo, a veces son personales. A veces son crisis financieras. A veces son de un negocio que nos va mal, o de un negocio que nos va muy mal. A veces son más personales: de salud o de amor o de identidad. Algunas veces incluso coinciden unas con otras como en una tormenta perfecta que nos parte en dos y nos deja a la deriva en un mar sin referencias y sin saber qué hacer.

Hace dos años que vendí mis acciones de Zinkia. Fue una situación complicada, más allá de la venta, porque tras ella necesitaba saber qué era lo siguiente que “debía” hacer. A la vez, y durante este tiempo, otros de mis negocios entraban en caída libre de ingresos y me obligaban a replantearme mi posición en cada uno de ellos. Tempestad y barco hundido. Me he acordado tanto de aquella historia estos dos últimos años…

 

Zinkia

“-Pinche David, no sé cuál era la mejor opción en ese momento pero yo cuando tengo un gran problema y no sé que hacer: nado. Nadando te pueden pasar más cosas”.

“-Pinche David, no sé cuál era la mejor opción en ese momento pero yo cuando tengo un gran problema y no sé que hacer: nado. Nadando te pueden pasar más cosas”.

Le conté esta historia a mi amigo José hace un par de años. José se vio en una situación complicadísima con sus negocios de deporte de nieve en bancarrota y lo estaba pasando francamente mal. Unos días después de esa charla se acerca a mi y me dice:

José

“-David: he cambiado dos tablas de snowboard y unas ataduras por una máquina expendedora de patatas fritas”.“-¿Y eso?”- le pregunté fascinado.“-Las tablas estaban en un almacén y no me las puedo poner una en cada pie, sin embargo la maquina de patatas a lo mejor la puedo poner en un bar. No se si es una buena idea o no, pero ante la duda…nado, ¿no?”, y se echó a reír.

“-David: he cambiado dos tablas de snowboard y unas ataduras por una máquina expendedora de patatas fritas”.

“-¿Y eso?”- le pregunté fascinado.

“-Las tablas estaban en un almacén y no me las puedo poner una en cada pie, sin embargo la maquina de patatas a lo mejor la puedo poner en un bar. No se si es una buena idea o no, pero ante la duda…nado, ¿no?”, y se echó a reír.

José me propuso hace un año ser su socio en un proyecto que estaba creando. Estaba muy bien presentado. Tenía sentido y era bonito. No me costó mucho decidirme porque además de todo eso sé que José es como yo y como Bobby, nosotros nos la jugamos nadando.

en un proyecto

Esta mañana, decidí escribir sobre la historia de estos dos hermanos, pero quería saber desde un punto de vista matemático si alguna de las opciones era mejor que la otra. Les di a mis sabios amigos seis horas para cambiar la historia pero nadie ha conseguido darme una respuesta verdaderamente satisfactoria, así que ahí os dejo el problema a ver si alguien sabe cuál es la mejor decisión.

Según me contó el capitán a los dos hermanos los encontraron muertos.

Y entonces, ¿cómo saben que la historia fue así? No lo saben. Los marineros tienen mucha imaginación. El cuerpo de Bobby lo recuperaron a treinta kilómetros de distancia de Leandro pero pudo ser solo la corriente.

Y ahora tú: sin referencias, sin saber dónde estás, sin corrientes: cuando nos sabes qué hacer, ¿qué crees que es mejor, quedarse quieto o nadar?

Foto: parte de atras del “Alicia” con 8000 kilos de “erizo” en Cuyler Harbour

Cuyler Harbour

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Seis horas para salvar a bobby

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He llamado a mi hermano, he escrito a Eugenio Manuel, a Pablo y a Álvaro, he tratado de localizar a mis amigos científicos y nada. Llevo desde esta mañana b

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2024-12-31

 

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