Poco importa que le corten el agua, la luz, que los bulldozer se dediquen a desfilar por la puerta para espantar a la poco probable clientela. Poco importan las jugosas ofertas para un hombre de 71, Salah Oudjani, a quien el dinero ya no le significa nada.
Hace casi medio siglo que abrió su negocio, una cafetería con su nombre, en el antaño próspero municipio de Roubaix, cercano a la frontera con Bélgica. Por aquel entonces era un importante centro de producción textil.
De eso ya queda poco. De hecho, parece como si el café Chef Salah fuese el único superviviente de un concienzudo bombardeo. Al igual que el entrañable Carl Fredricksen en la película ‘Up’, se ha quedado sólo viviendo en medio de un erial despoblado.
El edificio de dos plantas donde discurre toda su vida se encuentra en el centro de un macroproyecto urbanístico que pretende unir los municipios de Roubaix, Tourcoing y Wattrelos.
Sus promotores esperan que para 2022 (y tras una inversión de 174 millones de euros) se hayan construido 1.400 nuevos hogares, un parque, tiendas… que a su vez servirán para proporcionar otros tantos puestos de trabajo a los más de 240.000 habitantes de los tres municipios.
Pero Salah, autodenominado “la resistencia” no encaja en ningún proyecto urbanístico. Y hasta ahora se ha mantenido firme en su decisión de quedarse: “Estoy acostumbrado a la presión, no voy a vender. Mi vida está aquí ¿por qué ir a otro sitio si aquí estoy bien?” dice.
Originario de Argelia, Salah Oudjani se mudó a Francia junto a su mujer, Ginette, en 1949. Tras 16 años de duro trabajo consiguió comprar el edificio de dos plantas en cuyo bajo estableció su bar.
Su interior, continua siendo un vestigio viviente de los años 70 en Roubaix, cuando aún era un núcleo próspero y la gente paseaba por las calles antes de entrar en el establecimiento a tomarse un café o una cerveza: fotos amarillentas decoran las paredes, las cortinas están descoloridas por el tiempo; en una esquina, un viejo tocadiscos espera melancólico el momento de volver a funcionar.
Salah no quiere despedirse de los recuerdos de toda su vida. “Les he dicho que pienso morir aquí”, afirma convencido.
Aún es pronto para decir cómo terminará esta historia. Pero ante la férrea resistencia del viejo argelino, los arquitectos ya están diseñando un plan alternativo para continuar con el proyecto. Pero está vez, con un viejo y desubicado bar de los años 60 incluido en los planos.
Vía francesoir, directlille.com, odditicentral
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