Seguro que conoces la sensación: uno de esos días en los que solo deseas apagar todos tus dispositivos móviles y encerrarte en un bunker donde nadie pueda encontrarte. Un lugar para pensar solo en ti. Preguntarte a ti mismo cómo te sientes, evadirte de todo lo que to rodea y liberarte de la inmensa presión social a la que todos estamos sometidos. Tú eres el único protagonista.
En Corea del Sur han encontrado la forma más rocambolesca de echar un cable a aquellos que nadan en un continuo mar de estrés. En un país donde sus ciudadanos reconocen abiertamente el hastío que les provoca su estilo de vida, alguien que ha vivido de cerca la enorme opresión social ha tenido esta (¿genial?) idea: abrir cárceles en las que los presos se recluyen por su propio pie, de forma totalmente voluntaria, para desprenderse del estrés con el que han de convivir diariamente.
Kwon Yong- seok y su esposa Roh Ji- Hyang han invertido 19 millones de dólares (13,6 millones de euros) en crear un centro de relajación sumamente peculiar. Se trata de un presidio con 28 celdas de aislamiento en las que todo aquel que lo desee podrá evadirse del estrés de la sociedad surcoreana. Para ello, disponen de un terreno de más de 8.000 metros cuadrados, que cuenta con un centro de meditación, un auditorio y un lugar donde hospedarse. Todo con temática y ‘atrezzo’ carcelarios.
Una bote salvavidas en mitad de la tormenta
Según las últimas encuestas de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos, la nota media con la que sus ciudadanos puntúan sus vidas es de 4,3 en una escala que va del 0 al 10. Pese a los esfuerzos de las autoridades, son pocos los que han conseguido conciliar el trabajo y su vida personal y familiar. Es más, en Corea del Norte las personas trabajaban 2.090 horas al año, lo que supone una de las tasas más altas de la OCDE, cuyo promedio se situa en las 1.765.
la nota media con la que sus ciudadanos puntúan sus vidas es de 4,3 en una escala que va del 0 al 10
Por eso en la cárcel diseñada por Kwon Yong- seok, nada más llegar, lo primero que haces es desprenderte de todas tus posesiones. Dejas a un lado tu ‘smartphone’ o tableta, te vistes con el uniforme de presidiario y eres acompañado hasta tu celda. Ningún cuchitril, dicho sea de paso. Con cerca de 60 metros cuadrados de habitación, cada huésped cuenta con un aseo, un pequeño lavabo y una mesa. Así, junto a la ventana, uno puede ordenar todos los pensamientos a los que, por regla general, apenas presta atención durante el resto de sus días.
Compartir su propia experiencia
Si hay alguien que conoce de primera mano la sensación de una persona que, en algún momento de su vida, siente la necesidad imperiosa de escapar de la corriente, ese es Kwon Yong- seok, director del centro ‘Prison Inside Me’. En una entrevista reveló que no encontraba la forma de aparcar su trabajo y disfrutar de la vida, cuando tan solo tenía 47 años, y “no sabía cómo dejar de trabajar en ese entonces”. Ejercía como fiscal de la isla de Jeju, allá por la década de 1990.
“Parecía como si no pudiera controlar mi propia vida”, relataba. Tal era su desesperación que habló con un viejo conocido suyo que era director de una prisión para preguntarle si podría pasar una semana en la cárcel. Le respondíó que aquello no sería posible. El propio Kwon sentía que una semana allí dentro se le haría eterno, pero aún así hizo el intento.
No obstante, como uno de sus clientes comenta, pese a la sensación de agobio que puede generar el hecho de estar encerrado en una celda sin poder salir, también ofrece otras posibilidades. “Estar confinado a una prisión puede ser sofocante, pero también ofrece tiempo para centrarse únicamente en uno mismo y pasar un rato tranquilo”, afirma Park Woo-sub, un veterano que ya ha pasado tres veces por la ‘trena’. Aunque, si bien en las anteriores había sido arrestado por formar parte de un movimiento de democratización prohibido en el país, ahora lo hacía por placer.
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Pensándolo bien, ¿a quién no le gustaría tener el suficiente dinero y tiempo libre para permitirse un periodo de evasión en un lugar así. Vale, quizá sea más apropiado un ‘spa’ suizo, no lo podemos negar, pero, a falta de pan, buenas son tortas. Si no que se lo digan al expresidente surcoreano Kim Dae-jung que, cansado de que le dieran la tabarra, aseguró que le gustaría poder retornar a la cárcel para devorar libros y libros sin que nadie le moleste.
Pero, ¿por qué decimos lo de la guita? Porque, pese a que los creadores de ‘Prison Inside Me’ aseguren que su principal objetivo no tiene nada que ver con el dinero, cobran alrededor de 146 dólares (104 euros) por dos noches. Además, los clientes de este peculiar centro no se quejan si en lugar de un bufet libre plagado de delicias le pasas la comida por una rendija situada en la parte inferior de la puerta. Ya sabían a lo que venían.
Pero ahí no acaba todo. Los directores de este peculiar centro de relajación han tenido que acortar los periodos de estancia porque son muy pocas las personas capaces de desconectar más de dos noches. Y no solamente eso, sino que, además, durante esos dos días deben conceder permiso a sus huéspedes para comprobar sus ‘smartphones’, al menos, una vez al día. “La gente está nerviosa sin un teléfono”, asegura Kwon Yong-seok. No nos engañemos, así cualquiera va a la cárcel…
Con información de The Wall Street Journal y OCDE.
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2024-10-30
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