Tuve una vez socio que, como yo, estaba metido en un montón de negocios y que como yo tenía abiertos frentes empresariales por todos lados. Fuera de esa coincidencia, éramos agua y aceite. Diferentes como un huevo y un zapato, no coincidíamos ni en el modelo de compañía, ni en cómo debería ser su cultura, ni en cómo gestionar el equipo humano. Hay cosas que solo las descubres trabajando y si bien no nos iba mal, a mi no me gustaba su forma de ver las empresas y supongo que a él no le gustaba la mía. Diferencias radicales, no digo que ni mejores ni peores. La misión de cada uno de nosotros es pelear por las cosas en las que cree y, al menos en las que yo creía, no coincidíamos en nada.
Un día en una acalorada reunión a costa de esa supuesta hiperactividad mutua me dijo:
“David, creo que no soy una buena influencia para ti”.
“David, creo que no soy una buena influencia para ti”.
Necesité unos segundos para digerir la frase.
En serio: ¿Quién te dice algo así? Es como si quisiera hacerte sentir pequeño por un lado y equivocado por otro. Como en una oferta del Carrefour: dos por el precio de uno.
No me costó responder. Directo a la yugular: “Socio. Influencia en mi vida fue mi padre, así que no te preocupes que tu, ni buena, ni mala”. Y me quedé como un rey.
“Socio. Influencia en mi vida fue mi padre, así que no te preocupes que tu, ni buena, ni mala”
Pues bien, a pesar de que cuando dije aquello lo sentía, como tantas otras veces en mi vida estaba equivocado.
Mi primer proyecto de serie de animación lo hice con una compañía que monté solamente para hacer contenidos (Junk and Beliavsky) y la presenté en el año 2000 en el festival de animación de Annecy que es, posiblemente, el más importante de Europa. La sinopsis, basada en hechos reales era más o menos así:
“Unos extraterrestres tratan de invadir la tierra para cambiar a los humanos los cerebros por yo-yos y con ellos hacer el famoso zumo “Brains” para su red de fast-food intergaláctica. En la tierra, un grupo de payasos que no creen que son payasos, liderados por un agente secreto con cabeza de culo (literal) trataran de impedir la invasión mientras dos niñas disfuncionales con enormes aparatos en los dientes intentarán ser abducidas a cualquier precio”.
“Unos extraterrestres tratan de invadir la tierra para cambiar a los humanos los cerebros por yo-yos y con ellos hacer el famoso zumo “Brains” para su red de fast-food intergaláctica. En la tierra, un grupo de payasos que no creen que son payasos, liderados por un agente secreto con cabeza de culo (literal) trataran de impedir la invasión mientras dos niñas disfuncionales con enormes aparatos en los dientes intentarán ser abducidas a cualquier precio”.
Invertimos mucho dinero y tiempo en hacerlo bien. El libro de presentación era una obra de arte. La biblia (así se llama el libro de venta) eran casi cien páginas en formato A3, llenas de guiones, dibujos, fondos, ejemplos de merchandisng y hasta un cómic. Diseñamos un producto realmente chulo. Nos fue muy bien, ese mismo verano nos hizo una oferta de coproducción una de las productoras más importantes de animación de España y aunque tengo que decir que la persona que nos la hizo es hoy un buen amigo, en aquel momento buscábamos algo mejor y le dijimos más o menos, que antes de aceptar una oferta tan baja, nos prenderíamos fuego con la biblia de la serie atada al cuerpo. A lo mejor nos pasamos, pero como había tenido muy buena acogida internacional, pensábamos que encontraríamos mejores posibilidades.
Fue decirles que no y la burbuja de las puntocom explotó en todo el mundo.
Mientras esto pasaba, Teknoland se encontraba en plena expansión en Latinoamérica y Estados Unidos. La historia nos pilló con el pie cambiado. Éramos un montón de personas trabajando en el grupo así que con esta crisis encima no nos podíamos permitir ningún despiste. Había que poner todo nuestro esfuerzo en salvar la situación. Decidimos pues, dejar en stand-by el proyecto de la serie y que yo me dedicara al 100% a Teknoland mientras se resolvía la tensa situación.
Como sabéis, la tensa situación no se resolvió. Fue a peor, a mucho peor.
Tengo que acabar la historia para que todo esto tenga algún sentido.
Teknoland desapareció y esa crisis de manera indirecta arrastró a otros proyectos en los que estaba implicado. En el caso de Junk and Beliavsky y antes de tener que cerrarla, llegué a un acuerdo para comprar las acciones a los socios e intentar llevarla a algún sitio. Algo de esto también sabéis. Le cambiamos el nombre y paso a llamarse Zinkia y a pesar de estar tremendamente despistados, pillamos una mini-oficina y empezamos a movernos. Como ya he contado anteriormente la decisión estaba clara y sabíamos que servicios no íbamos a hacer, así que se trataba de retomar algunos de los proyectos en el punto que los habíamos abandonado casi un año antes y ahí entraba “Brains”. Lo que voy a contar ahora no es bonito. En enero del 2002 me puse en contacto con los otros tres creadores de la serie con la siguiente idea: “Necesito vuestro permiso para intentar levantar este proyecto. Al fin y al cabo ahora está muerto. Si no sale no perdéis nada, yo pongo los recursos y el tiempo y si sale, ganamos todos”. En aquella época tan complicada en mi vida, habiendo caído y rebotado contra el suelo desde una considerable altura, sin herramientas y con muy poco dinero, necesitaba desesperadamente un producto por el que pelear y que vender, y estaba dispuesto a hacer lo que fuera por llevar la serie a las pantallas. Dos de aquellos socios me dijeron que adelante pero uno me dijo que no y me pidió una fortuna a cambio de su autorización para venderla. Intenté convencerle y no lo conseguí. Simplemente y sin darle muchas vueltas me disparó en el suelo y allí me dejó.Te recomendamos Trucos y guías de videojuegos
Por supuesto no me mato. Al contrario. Me pareció tan injusta su propuesta, me sentí tan indefenso y me dio tanta rabia, que decidí no ceder por más que tuviera muy avanzado y casi vendido el proyecto. Y eso es lo curioso. Tomé la decisión de empezar de cero y buscar una idea para hacer otra serie y pesar de estar en una situación complicadísima, con una mano delante y otra detrás, buscando y trabajando me encontré con Pocoyó y con Shuriken School. Mirando la historia con perspectiva salí ganando por mucho ¿Cómo no voy a darle las gracias?
Siempre pensé que un maestro era alguien a quien admirar, alguien en el que ver reflejados los valores a perseguir en la vida y en la empresa. Alguien incluso al que llegar a tener cariño, al menos así son en las películas, por mucho que te parezcan raros pidiéndote “dar cera y pulir cera”. En ese sentido me he pasado la vida buscando personas de las que aprender a ser mejor y que me enseñaran cuáles eran las buenas decisiones y cuáles no. Y aunque es verdad que de este tipo los he encontrado y que como el maestro YAN me han ayudado mucho, esta manera de pensar me estaba impidiendo conocer o apreciar a muchos otros de mis maestros.
“dar cera y pulir cera”.
Porque maestros son también aquellos que te enseñan con su forma de actuar lo que no quieres ser. Son como espejos donde puedes ver reflejado lo que no te gusta de ti. Todas aquellas personas que te ponen las cosas difíciles en la vida te enseñan de una extraña manera quién eres y de qué eres capaz. Son los maestros inversos. Y también lo son las situaciones complicadas, porque cada vez que las sorteas aprendes un poco más de ti y de cómo hacer que las cosas sean de otra manera.
“No sé si soy una buena influencia para ti”. Qué equivocado estaba yo aquella vez. ¡Claro que lo era!
“No sé si soy una buena influencia para ti”
Así que ahora, por todo lo que me habeis ayudado y enseñado, a todos vosotros, mis maestros inversos: ¡gracias!
https://twitter.com/DavidCantolla
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Los maestros inversos
Tuve una vez socio que, como yo, estaba metido en un montón de negocios y que como yo tenía abiertos frentes empresariales por todos lados. Fuera de esa coin
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2025-01-09
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