La inspiradora del día de La madre intentó más tarde abolir La celebración

 

 

 

Llega el día de la madre y… se nos ha olvidado comprar un regalo. Hasta el hijo más abnegado ha sufrido en sus carnes algo parecido En otros casos, son muchos los que optan por ignorar la señalada fecha, afirmando (y no sin razón), que a la mama hay que quererla todos los días. Situaciones que vemos (y protagonizamos) todos los años.

 

Resulta irónico, por tanto, que Anna Jarvis, la creadora de esta fiesta, acabara dando la razón a los despistados. Porque, efectivamente, la mujer acabó renegando, años después, de la fiesta que ella misma había contribuido a popularizar, convencida de que se había comercializado en exceso. No, amigos: el día de la madre no lo inventó el Corte Inglés.

Aquel primer día de la madre tuvo lugar un 10 de Mayo (fecha fija en los EEUU desde entonces) de 1908 y apenas se celebró en un par de sitios: una escuela dominical en Grafton, West Virginia y la tienda del auditorio de Wanamaker de Filadelfia. La idea le vino a Jarvis cuando esta buscó una manera de conmemorar la vida de su propia madre, a la que estaba muy unida antes de fallecer, y su creación: el “club del día de la madre”, una agrupación que buscaba mejorar las condiciones sanitarias del país tras la guerra civil.

Obviamente, y como madre no hay más que una, todo el mundo podría identificarse con el festejo y comprender la necesidad de esta celebración. Y Jarvis también puso mucho de su parte, con una tremenda campaña de cartas y viajes por todo el país para animar a ayuntamientos y ciudadanos a dedicar una jornada de homenaje a todas las mamas.

Tuvo alguno detractores, claro está. El senador por Denver Henry Moore Teller fue el primero en pronunciar aquello de “todos los días son el día de la madre para mí”, frase ya mítica y comodín para cualquier acontecimiento similar. Y aún así, ella siguió recabando apoyos de individuos y organizaciones influyentes, y consiguió que el congreso aprobara esta propuesta en 1914. Y apenas 6 años después, en 1920, Jarvis ya estaba hasta el gorro.

Henry Moore Teller

 

Y es que la industria floral aprovechó semejante fecha para promocionar agresivamente las flores de todo tipo como un regalo imprescindible. En aquel primer día, su creadora envió 500 claveles a esa escuela de Grafton. Cuando trascendió la noticia, se buscó catalogar esta flor como el mejor regalo para una madre, en contra de la voluntad de Jarvis.

Evidentemente, aún quedaba mucho tiempo para que en los colegios nos obligaran a crear collares con macarrones de colores o dibujos rellenos de boltias de papel de seda.

Nuestra protagonista comenzó a pedir que no se compraran flores ni tarjetas de felicitación. De colonias y cremas para las arrugas, ni hablemos. Su idea para celebrarlo era hacer un visita, o escribir una sentida carta a tu mamá, para contarle lo mucho que lo apreciabas, y no gastarse los dineros todos los años en lo mismo. Imaginad el telele que le daría a la pobre si entrara a un Juteco en nuestra fiesta similar.

Jarvis tuvo unas palabras muy bonitas para estas industrias: “charlatanes, bandidos, piratas, exterminadores, secuestradores y termitas que merman con su avaricia uno de los movimientos y celebraciones más bonitos, nobles y verdaderos”. Todo muy parecido al episodio aquel de ‘El día del amor’ de Los Simpons. Las propias asociaciones que representaban a las floristerías del país la sobornaron con un porcentaje de todos los claveles que se vendieran durante esa fecha. El sorprendente concepto de cobrar royalties por crear una festividad pudo se real Todo sobre Golf

La lucha estaba más que perdida, claro. Jarvis no dejó de luchar contra los “regalos prefabricados”, hasta el punto de montar escándalos en celebraciones públicas. protestando contra la venta de claveles. Ya en los años 30, trató de buscar la abolición directa de la dichosa celebración, rápidamente trivializada hasta los extremo de un San Valentín o, según muchos, la misma navidad. Quizá Jarvis se podría consolar viendo que en nuestro país, sin ir más lejos, muchos somos los que nos animamos a pasar por el hogar paterno (y materno) a probar una buena muestra de esa comida casera con la que crecimos.

Jarvis pasó sus últimos años ingresada en un manicomio, aquejada de varias enfermedades mentales. En un último ejercicio de ironía no exento de humanidad, los gastos de su estancia fueron cubiertos por la industria florística, en agradecimiento a instaurar tan lucrativa jornada.

 

 

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