No es la primera, ni la segunda vez que me despierto pensando en ese 19 de febrero de 2001, soñando con ese día o con las increíbles cosas que pasaron en los meses siguientes a la suspensión de pagos de Teknoland. Aquella “burbuja”, la de Internet, me estalló de golpe en plena cara. Me tocó ser actor por un lado y espectador por otro. Viví en primera fila el Apocalipsis de un mercado entero de empresas y personas quebrando en dominó. Millones y millones en pérdidas. Ejércitos de profesionales reubicándose, buscando nuevos trabajos. Montañas de emprendedores, yo entre ellos, con los humos bajados y con la frase “don’t trust this guy!” tatuada en la frente. Infinitos sueños cerrados y unos pocos miles de oportunistas especuladores recogiendo los bártulos de aquella fiesta acabada y pensando, desde ese mismo momento, dónde montar la siguiente.
En aquellos meses del 2001, mientras experimentaba el efecto de ser “burbujeado”, le di muchas vueltas a lo que había fallado, intentando acaeptar mi parte de responsabilidad en todo aquel desastre. Me pareció tan dramático que pensé que aprenderíamos esa lección y que no nos volvería a pasar. Y al igual que aquella vez que predije que nadie podría con el liderazgo de Netscape, me equivoqué, vaya si me equivoqué. No pensaba que la historia se iba a repetir, y menos que esta nueva burbuja, ahora inmobiliaria, en vez de “a muchos” nos iba a pillar “a todos”. Son buenos estos tíos haciendo fiestas y la verdad es que la mayoría de nosotros damos cualquier cosa porque nos inviten a una de ellas.
Nos hemos hecho expertos en burbujas y en esta última lo hemos dado todo de verdad.
Mi padre me contó una historia que ilustraba muy bien el proceso de explosión de un mercado. Tal vez alguno la conozca de otra manera, tal vez sea exagerada o a lo mejor le he añadido yo parte, es igual, para lo que la necesito vale así. Espero explicarla bien.
En la guerra civil, el aumento del precio de las cosas debido a la escasez, hacía que el dinero cada día tuviera menos valor. En toda España el trueque pasó a ser una manera común de conseguir cualquier objeto o alimento, así que un artículo que retuviera su valor en el tiempo, en aquella época sería doblemente importante. Esto es lo que pasó con las latas de conservas. Una lata teóricamente podía mantener su contenido intacto durante muchísimos años, se trataba por lo tanto de un bien con un atractivo que iría en aumento a medida que las necesidades fuesen mayores, algo mas que probable en un entorno de guerra. Las conservas eran una manera muy sencilla de comprar “futuro”. Hasta aquí: lógico.
La idea se extendió por todas partes y la gente empezó a almacenar latas. Si necesitaban algo para consumir lo intercambiaban por la cantidad establecida de envases y si tenían algo que vender lo podían intercambiar también por unas conservas que hipotéticamente valdrían más en el futuro. La cuestión es que algunos se dedicaron a acumular y acumular latas y más latas en una especie de fiebre-de-la-lata, con la idea de que un alimento conservado eternamente valdría siempre más (¿suena familiar?). Cuantas más latas tenías, más rico eras y cuantas más tuvieras y más pobreza y penurias hubiera a tu alrededor más rico aún. Hasta el que vendía la hojalata podía cobrar en conservas! “Tantas latas, tanto vales”. Fácil y eficaz.
El negocio iba viento en popa hasta que un día uno de estos “nuevos ricos” abrió una y encontró que el contenido estaba en mal estado. ¿Cómo saber si lo que había dentro de cada lata estaba bien sin abrirla y estropear su esencia? Solución: no hacerlo. Locura en el nuevo mercado, se corrió la voz y todos a colocar latas al precio que fuera. Tonto el último. Burbuja que estalla y excepto un montón de paisanos diciendo, “se veía venir”, fin de la historia.
“se veía venir”
Reconozcámoslo, es algo que llevamos dentro, ganar mucho dinero, sin sufrir y sin trabajar. Aparentemente no hay nada de malo en ello. Pero jugárnoslo todo a cruzar los dedos y a que algo que poseemos se revalorice como medio de construir nuestro patrimonio vital, es otra cosa.
En la burbuja de Internet eran las compañías las que doblaban sus valor sin mucho esfuerzo, pero debajo de esa revalorización había trabajo y muchas buenas ideas. Había latas en mal estado, es verdad, pero también las había de mucha calidad. El problema fue que el que analizaba las latas, el mismo que las hizo primero valer el doble, no era capaz de distinguir las sanas de las estropeadas, y decidió salomónicamente que estaban todas malas.
En la burbuja inmobiliaria la cosa era aún mas sofisticada por sencilla. Las propias casas sin necesidad de hacerles nada, ellas solitas, sabían como valer el triple en poco tiempo. ¿Se puede pedir más? En un país donde ser empresario es muy complicado, tiene mucho riesgo y es algo tan mal visto que algunos nos hemos tenido que pasar a llamar emprendedores y donde los bancos te dan el 110% de una hipoteca y el que no especula es porque es un melón; teníamos todas las papeletas para que esta última nos la comiéramos entre todos. Y esta vez la fiesta ha sido de tal calibre que han acabado borrachos hasta los organizadores. Los bancos pidiendo dinero a los clientes y el estado, noqueado, en plan “hood-robin-hood” o en esta nueva modalidad de robar a los pobres para dárselo a los pobres.
“hood-robin-hood”
El maestro Yan dice siempre que hay tres elementos básicos que hacen mover las inversiones: el miedo, la avaricia y muy, pero que muy de lejos el amor. Y si la palabra avaricia la podemos sustituir por “miedo a no ganar”, al final las dos variables que quedan: miedo y amor, se podrían traducir cada una de ellas en :“para mi” o “para nosotros” . Fotos Porno y actrices porno
Es verdad, que en este mundo la mayoría se mueve por los dos primeros factores y que hay empresarios que solo piensan en encontrar oportunidades de vender dinero por más dinero sin necesidad de transformar nada. Me consuela saber que el problema de los malos empresarios no está en el sustantivo sino en el adjetivo. Crear algo que genere valor de verdad requiere mucho trabajo, muchas horas, mucho esfuerzo, y mucho amor… los hay que no creemos en otro camino, y es un bonito camino.
Ganar dinero no es malo (más bien, mola), el problema es dónde pones tu foco vital como emprendedor o empresario, si en: a) ganar dinero como sea o b) crear algo que tenga valor para, entre otras muchas cosas además, generar buenos ingresos . Habrás oído muchas veces eso de : “el objetivo de una empresa es ganar dinero“, yo no estoy de acuerdo, para mi, el objetivo de una empresa es hacer el mundo un poquito mejor y por el camino… ganar dinero. Hay una gran diferencia.
el objet
ivo de una empresa es ganar dinero
¿Y qué queda para los que no quieren ser emprendedores pero quieren “ganar mucho dinero”? Para estos, un futuro aleatorio de beneficios y pérdidas. En el pecado está la penitencia. Si el concepto no es “ser feliz” o “construir algo importante” y sí “ganar mucho dinero”, no hay más fórmula que esta especie de democratización del éxito aparentemente sin riesgo que son las burbujas.
Los únicos por los que tenemos que sentirlo es por aquellos que en todo esto se han visto arrastrados y que ni especularon ni podían, los demás, los participantes y organizadores del evento 2008-10, deberíamos hacer examen de conciencia. Las burbujas se alimentan de que a los hombres nos sucede que queremos ganar sin arriesgar, así que ahí tienes una pista si no quieres ser invitado a la siguiente. Recuérdalo, no hay gloria sin sufrimiento. Ponte a crear a ver si a la tercera no nos vuelven a pillar.
foto via: stevendepolo CC, TY!
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