Al cumpleaños de mi hija vienen diez o doce compañeros de clase. Cada uno trae un regalo. Sus abuelos maternos (los de mi hija, claro) traen otro y sus nueve tíos y su madrina otro. Luego, a mitad de año, vendrá el Ratoncito Pérez con otro regalo más y después Santa Claus y los Reyes Magos que se cuelan por la chimenea, o atraviesan las paredes con sus camellos y sus renos, le dejarán otros cinco o seis. Tengo tres hijos, así que a este ritmo en los próximos cinco años en mi casa entrarán del orden de seiscientos regalos innecesarios, que naturalmente y sin desenvolver, regalaré a su vez a otros niños o sobrinos en un ciclo infinito y sin sentido.
En todos lados igual. Doscientos juguetes por niño, un coche por persona y una televisión en cada habitación. En España ya hay más móviles que habitantes. Una carrera sin final. Vivimos comprando sin parar a la espera de que alguien invente algo verdaderamente interesante, como un iPhone o el cine en 3d, para por fin…volver a consumir.
La sociedad es más feliz si tú consumes. Posiblemente tú seas un poco más infeliz y un poco más pobre, poco importa la verdad, no hay muchas otras soluciones. Creo que eso es a lo que llaman los economistas la paradoja Keynesiana… si ahorras en la crisis esto se va a pique. Te necesitamos, que no se te olvide.
Es la clave de este drama, gastas para comprar lo que no necesitas una enorme cantidad de dinero que no tienes. Todo para alimentar un sistema que necesita de nosotros para sostener su productividad y crecer, si, también (o más) en tiempos de crisis.
Ya hasta el lujo ha perdido su esencia. Las mismas grandes marcas, las que se basan en el precepto de poco y caro, se han dado cuenta de que necesitan más y más para seguir cubriendo sus propias necesidades y han recurrido a lo que ahora empieza a llamarse en marketing y trendwatching Massclusivity, exclusividad masiva.
Una balanza en la que por un lado hay usuarios y más usuarios haciendo demandas y por otra marcas ofreciendo productos, con una calidad que se da por presupuesta, y que necesitan diferenciarse de los demás sin perder público. Es como una enorme discoteca que va aumentando poco a poco su zona VIP para que siga entrando gente. Masscluisivity, exclusividad para las masas, paradójico ¿no?
Y mientras, los que somos empresarios mirando para otro lado, porque al fin y al cabo qué otra cosa podemos hacer si no es vender. La máquina no se puede parar porque cada vez que alguno de nosotros crea un negocio no tiene mas remedio que intentar que le compren. Y, si como empresarios tenemos una necesidad mayor de vender, a los consumidores les tendremos que generar una necesidad mayor de comprar. No se como se sostiene esto pero,¿Quieres ser empresario? Ala, ponte las pilas y a vender… y cuando el viento sople de popa, puede que hasta te ayude San Jordi! Segméntalos. Genérales la necesidad. Abdúceles, hipnotízales, véndeles Navidades o San Valentines, lo que sea. Llévales al límite intentando sacar el máximo de cada uno de ellos. No hay más remedio, injusto para el que tiene poco, pero es lo que hay. Vendedores y consumidores, cada uno en el rol que nos toque en ese momento, estamos atrapados. Blog sobre salud
¿Y no hay solución?
Iñaki Berazaluce nos ilustró hace poco con un artículo muy interesante sobre la economía de lo gratuito.
Google no cobra un euro por sus servicios, lo que no es óbice para ser una empresa rentable y una de las más valoradas del mundo. En la economía de la atención cada vez son más las empresas que regalan sus productos y servicios con tal de lograr la fidelidad del público y, eventualmente, conseguir ingresos por otras vías.
Este modelo me devuelve la fé, porque a la oferta desmedida de bienes reales, en el futuro cercano podremos contraponer una misma demanda desmedida pero de productos gratuitos. Tal vez seremos igual de superficiales (a lo mejor no, tengo esperanza) pero al menos de esta forma una parte de la ecuación cambia de signo y se vuelve positiva. Consumiremos: sí. Cosas inservibles: probablemente, pero serán gratuitas o casi gratuitas.
Mi socio, Fernando Piquer, me metió hace un año en este maravillosos mundo de lo gratuito. –“lo haremos 100% gratis David y solo cobraremos por el 1% restante”. Micropagos, bienes virtuales con valor real. Experiencias accesibles, rápidas, gratificantes y lo más baratas posibles. Se trata de muchos “un poco” y no al contrario. Para Fernando en este negocio, el que tiene poco y el que tiene mucho no se diferencian. Democracia en el consumo, y esta vez democracia de verdad. Mi socio quiere cambiar el mundo, y yo a su lado.
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lo haremos 100% gratis David y solo cobraremos por el 1% restante”
Como dice Chris Anderson, en Free, el dinero ya no es la única forma de medir el valor de un producto o de un servicio. Los “externalities”, como el tiempo y la autoestima le hacen ahora la competencia. El valor de la experiencia de usuario, el principio del placer, la personalización…
Los periódicos (las grandes editoriales) tiemblan ante la llegada de los eReader y a la vez las cafeterías, vuelven a imaginarse sus mesas llenas los domingos, porque el café, la experiencia de leer las noticias tomando el vermú, esa no se puede digitalizar. Y por lo tanto su valor aumenta. Valor vs precio. ¿Qué opinas?
foto: cc @Ninjamonkey. Ty
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Ninjamonkey
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La esperanza del consumo
Al cumpleaños de mi hija vienen diez o doce compañeros de clase. Cada uno trae un regalo. Sus abuelos maternos (los de mi hija, claro) traen otro y sus nueve
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2025-01-03

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