Desmontando a henry ford

 

 

 

“La máquina automática es el equivalente económico del trabajo con esclavos. Cualquier forma de trabajo que compita con él deberá aceptar las consecuencias económicas del trabajo con esclavos”.

“La máquina automática es el equivalente económico del trabajo con esclavos. Cualquier forma de trabajo que compita con él deberá aceptar las consecuencias económicas del trabajo con esclavos”.

Norbert Wiener, pionero de la cibernética, en 1950.

Hace algo más de un siglo el fundador de Ford, Henry Ford, tuvo una visión: sus clientes potenciales no sólo estaban fuera de la fábrica, sino también dentro. Por tanto, fabricaría un coche que fuera asequible para sus empleados. Así nació el Ford T, el primer automóvil salido de una cadena de montaje. El precio del Ford T era de 290 dólares en 1926, el equivalente al salario de dos meses de un trabajador de su fábrica.

 

290 dólares en 1926

Henry Ford era más pragmático que filántropo: una clase industrial depauperada –como la que infestaba las ciudades inglesas durante el siglo XIX- era un mal negocio. El modelo productivo de Ford fue emulado rápidamente por buena parte de la clase empresarial norteamericana, dando lugar a la producción masiva, la clase media y aquel paraíso del consumo que fueron “los felices 50” (entre comillas).

Pero esto es historia, casi arqueología. En algún momento del siglo XX los empresarios decidieron que el objetivo no era generar demanda sino reducir costes. En un entorno globalizado y altamente competitivo los empleados dejaron de ser clientes potenciales y se convirtieron en unidades de gasto. Esto no hubiera sido posible sin la automatización e informatización de los procesos productivos: las máquinas –ya lo avisaban los luditas- no enferman, no hacen huelga, no protestan. “Trabajadores, ¿para qué?”, parecía ser el lema.

reducir costes

El modelo producción y generación de demanda de Ford fue superado holgadamente por el modelo “just in time” de Toyota, más eficiente, flexible y automatizado. ¿Ford bueno y Toyota malo? Demasiado simple y maniqueo aunque, en cualquier caso, significativo. Las empresas japonesas superaron la productividad de las estadounidenses durante los 80 pero probaron de su propia medicina en los 90 (Corea, Taiwan, los efímeros “tigres asiáticos”) y en los 2000, China e India. Un amigo mío, conocedor del modo de vida y trabajo chinos lo resume así: “El futuro es Asia y Asia es esclavitud”.

just in time

Toyota

El fin del trabajo (El retorno)

En su clásico El fin del trabajo” Jeremy Rifkin pronosticaba que el trabajo, tal y como lo conocíamos, estaba abocado a desaparecer, en tanto la introducción por parte de las empresas de sistemas automatizados, robots, ordenadores y todo tipo de maquinaria sustituiría paulatina e irreversiblemente la mano de obra humana. Muchos se burlaron entonces (1995) de las “ideas apocalípticas” del politólogo americano. No en vano, la economía mundial iniciaba uno de sus períodos expansivos más boyantes de la historia, combinando alto crecimiento, baja inflación y bajo desempleo. Videos de incestos y xxx gratis

 

El fin del trabajo

A Rifkin el ciclo económico le pilló con el pie cambiado. No es que su teoría fuera errónea, tan sólo que llegaba con una década de antelación. Sería injusto negar a estas alturas que la introducción de máquinas en el trabajo ha liberado al trabajador de realizar tareas repetitivas y peligrosas, desde cargar peso en un toro mecánico en lugar de hacerlo en una carretilla hasta sustituir los libros contables por eficientes y precisas hojas de cálculo.

El argumento habitual en la introducción de tecnologías de mecanización ha sido que, liberados de las tareas repetitivas, los trabajadores podían dedicarse a labores que aportaran “mayor valor añadido” a la elaboración de productos y servicios. El problema reside en que existe un límite a partir del cual no hay mucho más valor añadido que aportar: un yogur incorpora una serie de capas de distribución, envasado, etiquetado y mercadotecnia pero, finalmente, un yogur es un yogur es un yogur. Y cuantas menos personas estén involucradas en su producción menor será su precio y/o mayor el margen de beneficio.

Y la cosa está como está: trabajadores mal pagados, precarios y parados a los que les suena el teléfono inmóvil de casa con ofertas de productos y servicios que no pueden pagar. La presión de las economías asiáticas están equiparando los salarios a la baja, cuando no directamente eliminando los empleos en el ¿hasta cuándo? “primer mundo”. Escribe Marco Antonio Moreno en El Blog Salmón,

El Blog Salmón

“El profundo desempleo que estamos viviendo a nivel mundial y que la OIT advierte que puede alcanzar a 239 millones de personas, es algo que no tiene precedentes. Es ilusorio pensar que tendrá una rápida salida (…) Una fábrica en la que trabajaban 400 personas hoy requiere 8 empleados y 200 robot computarizados. En pocos años no requerirá ni un solo empleado. Sólo la visita ocasional del técnico que repare y mantenga los robots”.

239 millones de personas

¿Es la crisis actual coyuntural o es el principio del fin del trabajo que pronosticaba Rifkin? Las preguntas que se hacía el pensador norteamericano hace 15 años siguen vigentes:

“¿Traerá la era de la información un énfasis en la producción sin fin, en el consumo y el trabajo, o nos llevará a la realización del sueño utópico en el que se sustituye la mano de obra por máquinas, liberando finalmente a los seres humanos de sus jornadas laborales, en una era caracterizada por el post-mercado?”

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“La máquina automática es el equivalente económico del trabajo con esclavos. Cualquier forma de trabajo que compita con él deberá aceptar las consecuenc

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2024-12-30

 

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