Desfaciendo entuertos sobre el libro electrónico

 

 

 

Los bomberos pirómanos de Fahrenheit, ahora a sueldo de Apple.

Los bomberos pirómanos de Fahrenheit, ahora a sueldo de Apple.

Últimamente me estoy divirtiendo bastante con los artículos de la intelligentzia oficial a propósito del libro electrónico, el próximo Leviatán tecnológico que promete acabar con la cultura-tal-como-la-conocemos. Los argumentos para vilipendiar al libro electrónico son múltiples y variados, pero el artículo tipo suele ser, en realidad, una encendida defensa del libro analógico, el que está fabricado en pulpa de árbol muerto y se vende en librerías, a ser posible de viejo.

intelligentzia

 

Ante la confusión y el miedo pánico que provoca entre los escritores el nuevo cacharrito que nos quiere endosar Apple, Amazon o El Corte Inglés quiero deshacer varios malentendidos:

1. La adquisición y el uso del libro electrónico son rigurosamente voluntarias. Ante el vicio de los fabricantes de tentarnos con sus e-book, la virtud de los potenciales compradores de ignorarlos.

2. La existencia del libro electrónico no implica necesariamente la destrucción de los libros analógicos. Podemos estar tranquilos a este respecto: no hay planes para poner en marcha Fahrenheit 451 (de momento).

3. El libro electrónico tiene ventajas e inconvenientes respecto a su émulo, el libro de papel. El lector/comprador informado sabrá decidir qué formato se adapta mejor a sus necesidades, presupuestos o lecturas puntuales (tal vez prefiramos leer los poemas de Nicolás Parra en papel pero el e-book –con diccionario e hipertexto- sea más conveniente para un ensayo repleto de referencias, tipo “La tabla rasa”).

4. La palabra escrita y su garante simbólico, el libro, no son la única ni la definitiva forma de comunicación entre humanos. El relato oral antecede milenios a la palabra escrita y sobrevivirá a ésta, en parte gracias a Internet, a la videoconferencia y a YouTube. En realidad, puede que la escritura sea considerada a larguísimo plazo una anomalía histórica, a la que nos vimos obligados un par de milenios por culpa de una tecnología insuficiente.

5. Los escritores suelen parapetarse en sus suntuosas bibliotecas ante el hostigamiento de los libros electrónicos, lo que debería dar qué pensar sobre el tamaño de sus casas y su poder adquisitivo para comprar esos carísimos artilugios que son los libros de papel. A mí también me gustaría tener kilómetros de estanterías y miles de libros entre los que perderme pero, realidad obliga, cada nuevo volumen que entra en mi casa provoca el desalojo de un volumen de similar número de páginas, en una traslación libresca del principio de Arquímedes. El libro electrónico (¡oh!) puede enmendar esta triste ecuación.

2. La existencia del libro electrónico no implica necesariamente la destrucción de los libros analógicos. Podemos estar tranquilos a este respecto: no hay planes para poner en marcha Fahrenheit 451 (de momento).

Fahrenheit 451

 

3. El libro electrónico tiene ventajas e inconvenientes respecto a su émulo, el libro de papel. El lector/comprador informado sabrá decidir qué formato se adapta mejor a sus necesidades, presupuestos o lecturas puntuales (tal vez prefiramos leer los poemas de Nicolás Parra en papel pero el e-book –con diccionario e hipertexto- sea más conveniente para un ensayo repleto de referencias, tipo “La tabla rasa”).

La tabla rasa

4. La palabra escrita y su garante simbólico, el libro, no son la única ni la definitiva forma de comunicación entre humanos. El relato oral antecede milenios a la palabra escrita y sobrevivirá a ésta, en parte gracias a Internet, a la videoconferencia y a YouTube. En realidad, puede que la escritura sea considerada a larguísimo plazo una anomalía histórica, a la que nos vimos obligados un par de milenios por culpa de una tecnología insuficiente.

5. Los escritores suelen parapetarse en sus suntuosas bibliotecas ante el hostigamiento de los libros electrónicos, lo que debería dar qué pensar sobre el tamaño de sus casas y su poder adquisitivo para comprar esos carísimos artilugios que son los libros de papel. A mí también me gustaría tener kilómetros de estanterías y miles de libros entre los que perderme pero, realidad obliga, cada nuevo volumen que entra en mi casa provoca el desalojo de un volumen de similar número de páginas, en una traslación libresca del principio de Arquímedes. El libro electrónico (¡oh!) puede enmendar esta triste ecuación. Captain Tsubasa Spain

Un ejemplo de tecnofobia conspiranoide: Rafael Reig: “Derecho al pataleo”.

Derecho al pataleo

[Esto lo firma alguien que lee vorazmente libros en papel, a ser posible sin santos, no tiene ni quiere libro electrónico y el último videojuego que jugó fue el Tetris].

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2025-01-10

 

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