En mitad de un vuelo, lo mejor que puedes hacer es controlar tus ganas de comer. En el interior de un avión, la típica escena de la azafata con su carrito ofreciendo a los pasajeros diversos aperitivos y bebidas es algo habitual. Pero ese es uno de los medios utilizados por las aerolíneas para sacar algo más de beneficios. Todo, a costa de cobrar la comida a precios muy altos.
Tal y como desvela un reciente estudio, las compañías aéreas llegan a inflar los precios de los alimentos a bordo hasta límites insospechados: la investigación desvela que, en algunos casos, la comida nos puede costar hasta un 2.000 % más que en un supermercado.
El estudio va más allá de esos menús que tienen el precio de un buen restaurante pero que no sirven ni para alimentar un colmillo. Si, por ejemplo, en un vuelo de Ryanair, uno de esos paquetes formado por un triste sándwich, una bebida y algún ‘snack’ cuesta 10 euros, el precio de alimentos sueltos llega a ser dramático en comparación con lo que nos cuestan en el día a día.
uno de esos paquetes formado por un triste sándwich, una bebida y algún ‘snack’ cuesta 10 euros
El caso más asombroso es el de la sopa. Todos aquellos que quieran tomarse algo calentito en mitad de un vuelo tendrán que mirar primero la cartera. Este sencillo producto puede llegar a valer en algunos supermercados apenas unos céntimos. Sin embargo, en los vuelos de Ryanair una simple taza cuesta tres euros. Tal y como explican los autores del estudio, se produciría un incremento del precio de algo más de un 2.000 % en comparación con tu tienda de confianza.
¿Una bebida?
Más allá del escandaloso precio de la sopa, las aerolíneas aprovechan la venta de cualquier producto de alimentación para hacer del hambre de sus pasajeros un negocio de lo más rentable. Chocolatinas, zumos o ensaladas se convierten en verdaderos artículos de lujo a bordo de un avión.
Sin ir más lejos, una de esas ensaladas de lata que en un supermercado no cuesta más de 2 euros, a bordo de una aeronave puede llegar a costar incluso casi el triple, 5 euros al canto. Lo mismo sucede con los botellines de agua, que en pleno vuelo cuestan hasta 3 euros.
Además, según el estudio, no se ha encontrado ningún vuelo en el que una simple chocolatina cueste un 500 % más que en un supermercado, y algo similar ocurre con los zumos de naranja: en el interior de un avión llegan a cobrar 2,50 euros, un 1.562 % más que en nuestro día a día.
Mención aparte merecen las bebidas alcohólicas. Si bien es cierto que tomarse una cerveza o incluso un digestivo a bordo tiene poco que ver con el hambre, los precios de estos productos en el interior de un avión son los propios de una discoteca de moda. Así, una lata de cerveza puede llegar a valer 5 euros.
Aunque no se trata de una práctica exclusiva de las compañías ‘low cost’, son estas las que buscan unos mayores márgenes de beneficio en la venta de alimentos en el interior del avión. Por si fuera poco la venta de loterías y productos de todo tipo, aerolíneas como Ryanair (la más popular del Viejo Continente) compensan los bajos precios de los billetes de avión transformando el pasillo de la nave en un lujoso supermercado.
no se trata de una práctica exclusiva de las compañías ‘low cost’
buscan unos mayores márgenes de beneficio
No obstante, hay alternativa. Todos aquellos pasajeros que prevean que pueden pasar algo de hambre en pleno vuelo podrán evitar pasar por caja siempre y cuando lleven algo de comida entre su equipaje de mano. Aunque las restricciones para meter cualquier cosa en un avión son severas, meter alimentos dentro de la nave está permitido. Zonas Azules
Eso sí, nada de ponerse a cortar chorizo mientras vuelas. Para empezar, porque los cubiertos sí que no deben entrar en el avión por cuestiones de seguridad y, por otra parte, porque el fuerte olor haga que quizás los demás pasajeros te miren mal y las azafatas vayan a por ti con una reprimenda por delante. En ese caso, lo mejor será rascarse el bolsillo y comprarles algo del carrito.
Con información de Kayak, Ryanair, Lonely Planet y Consumer.
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2024-12-27
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