¿Os acordáis del bueno de Nemo? Sí, aquel pececillo que casi acaba con el exterminio de su especie, por la fiebre que le dio a los niños por comprarse un pez payaso para casa. Resulta que Nemo era hermafrodita. Con más letras; secuencial. Y así el cuento de Pixar cambia mucho, claro.
En la historia pixelada, Nemo es el único hijo que le quedó a Marlin después de que una barracuda atacara la anémona que hay en el fondo del mar y acabara con su pareja, Coral, y con sus demás hijos. A partir de este suceso, Marlin se encarga de cuidar a su hijo de forma exageradamente protectora, por lo que este se escapa.
Nemo, en su afán de demostrar su hombría para desenvolverse, a pesar de tener una aleta atrofiada, pasará varias aventuras, hasta que se encuentra otra vez con su padre.
Pero en la historia para mayores, la cosa cambiaría un poco, pues en el momento de ese encuentro su padre sería su madre. Y Nemo, posiblemente, ya no sabría quién es y sufriría de un problema de identidad de padre (o madre) y muy señor mío.
Aunque no lo crean, todos los peces payaso son hermafroditas secuenciales, organismos que nacen con los órganos reproductivos de un sexo, pero que tienen la capacidad de cambiar de sexo durante su vida.
En un grupo de peces payaso todos nacen como machos, pero hay una estricta jerarquía de dominancia que rige su identidad de género. Cuando son adultos, el pez más grande y dominante del grupo se someterá a un cambio de sexo para convertirse en hembra. Así la hembra más grande y más agresiva se encuentra en la parte superior y por encima de todos.
El segundo pez más grande, por lo general, se convierte en el macho, mientras que todos los otros peces juveniles son neutrales al género. Si la hembra reproductora desaparece, el macho cambia a hembra para sustituirla, y el juvenil más grande se convierte en el nuevo macho siguiendo el rango de jerarquía. Y así sucesivamente.
Por tanto, en la peli, cuando Nemo se encuentra con su padre este debería ser ya una mujer de armas tomar, momento en que Nemo pasaría a convertirse en el macho poderoso que luego fecundará los huevos que ponga su propio padre, en una auténtica Babilonia de géneros bajo el mar que haría temblar de horror a cualquier guionista de Hollywood.
Y todo esto podría haber pasado si necesidad del peregrinaje vital de un pez buscando su verdadero destino, que al final acaba escapándose por el WC; hubiera bastado con que Nemo se hubiera quedado tan tranquilo en la anémona de la que los peces payaso nunca se separan, esperando la llamada de la naturaleza que está escrita en sus genes.
Claro que así “Buscando a Nemo” hubiera sido mucho más aburrida y no hubiera ganado su Óscar a la mejor película de animación. Pero, desde luego, sería más justa con la auténtica realidad de esta insólita especie.
Más sobre el hermafroditismo de los peces payaso en la Wikipedia y en Aquatic Community
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